miércoles, 7 de mayo de 2014

Gustavo Adolfo Bécquer

Biografía:

Originario de Sevilla, España, Bécquer nació el 17 de febrero de 
1836 siendo su padre un célebre pintor del costumbrismo sevillano 
quien dejó huérfano a Adolfo a los cinco años; comenzó sus primeros 
estudios en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar 
la carrera náutica en el colegio de San Telmo.
A los nueve años quedó huérfano también de madre y salió del anterior 
colegio para ser acogido por su madrina de bautismo. A la edad de 
diecisiete años dejó a su madrina y a la buena posición que ésta 
le proporcionaba para viajar a Madrid en busca de fortuna a través 
del campo de las letras que se le daba con facilidad. 
Como es conocido, no era fácil subsistir de la literatura y 
paradójicamente, Bécquer que deseaba encontrar fortuna lo que 
abundó fueron escaseces, por lo que se vio obligado a servir de 
escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, donde su 
habilidad para el dibujo era admirada por sus compañeros, pero 
fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director 
haciendo dibujos de escenas de Shakespeare. De este modo volvió 
Gustavo a vivir de sus artículos literarios que eran entonces de 
poca demanda por lo que alternó esta actividad con la elaboración 
de pinturas al fresco. 
Tiempo después encontró una plaza en la redacción de 
"El Contemporáneo" y fue entonces que escribió la mayoría de sus 
leyendas y las "Cartas desde mi celda".
En 1862 llegó a vivir con Bécquer su hermano Valeriano, célebre en 
Sevilla por su producción pictórica pero no por eso más afortunado 
que Gustavo, y juntos vivieron al día uno traduciendo novelas o 
escribiendo artículos y el otro dibujando y pintando por destajo; 
mucho les costó a los hermanos salir adelante de su infortunio y 
con el tiempo lograron juntos una modesta estabilidad que les 
permitía a uno retratar por obsequio y al otro escribir una oda 
por entusiasmo. 
Como legado para la literatura del mundo, Gustavo Adolfo Bécquer 
dejó sus "Rimas" a través de las cuales deja ver lo melancólico y 
atormentado de su vida; en el género de las leyendas escribió la 
célebre "Maese Pérez el Organista", "Los ojos verdes", "Las hojas 
secas" y "La rosa de pasión" entre varias otras. Escribió esbozos 
y ensayos como "La mujer de piedra", "La noche de difuntos", "Un 
Drama" y "El aderezo de esmeraldas" entre una variedad similar a 
la de sus leyendas. Hizo descripciones de "La basílica de Santa 
Leocadia", el "Solar de la Casa del Cid" y el "Enterramiento de 
Garcilaso de la Vega", entre otras. Por último, dentro del 
costumbrismo o folklor español escribió "Los dos Compadres", 
"Las jugadoras", la "Semana Santa en Toledo", "El café de Fornos" 
y otras más. 
En septiembre de 1870 dejó de existir Valeriano, duro golpe para 
Gustavo, que pronto enfermó sin ningún síntoma preciso, de pulmonía 
que se convirtió luego en hepatitis para tornarse en una pericarditis 
que pronto había terminar su vida el 22 de diciembre de ese mismo año.
Algunas de sus Obras:

RIMA I 

Yo sé un himno gigante y extraño 
que anuncia en la noche del alma una aurora, 
y estas páginas son de ese himno 
cadencias que el aire dilata en las sombras. 

Yo quisiera escribirle, del hombre 
domando el rebelde, mezquino idioma, 
con palabras que fuesen a un tiempo 
suspiros y risas, colores y notas. 

Pero en vano es luchar, que no hay cifra 
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!, 
si, teniendo en mis manos las tuyas, 
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

RIMA XIII 

Tu pupila es azul y, cuando ríes, 
su claridad süave me recuerda 
el trémulo fulgor de la mañana 
que en el mar se refleja. 

Tu pupila es azul y, cuando lloras, 
las transparentes lágrimas en ella 
se me figuran gotas de rocío 
sobre una vïoleta. 

Tu pupila es azul, y si en su fondo 
como un punto de luz radia una idea, 
me parece en el cielo de la tarde 
una perdida estrella.

RIMA XXX 

Asomaba a sus ojos una lágrima 
y a mi labio una frase de perdón; 
habló el orgullo y se enjugó su llanto, 
y la frase en mis labios expiró. 

Yo voy por un camino; ella, por otro; 
pero, al pensar en nuestro mutuo amor, 
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día? 
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?.

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